México es el segundo país con más personas obesas –sólo después de Estados Unidos– y, desde el año 2011, el primer lugar en obesidad infantil a nivel mundial, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
¿Qué tanto cuidas la alimentación de tu hijo?
Durante los últimos 15 años, este padecimiento aumentó 45% en niños, como consecuencia de distintos cambios en su alimentación diaria. Actualmente, nuestro país tiene casi 5 millones de niños obesos de entre 5 y 11 años.
Lo más importante es que conduce al desarrollo de graves problemas de salud como diabetes mellitus tipo 2, diversas enfermedades del corazón, cerebro-vasculares o hipertensivas. Incluso los especialistas afirman que 4 de cada 10 niños obesos necesitarán inyectarse insulina antes de los 12 años.
Si no hacemos un cambio radical desde casa, no habrá ningún sistema de salud que pueda hacer frente a los costos de los tratamientos para las enfermedades que enfrentarán estos niños de adultos.
Aunque se intenta justificar este problema argumentando que gran parte se debe a la herencia genética, se ha demostrado que si una persona con predisposición a algún problema de salud lleva hábitos de vida saludables, evitará que esta enfermedad se manifieste. ¿Cómo estás ayudando a tu hijo a prevenirlo?
Factores que engordan
1. Exceso de actividades sedentarias
Hoy los niños pasan demasiado tiempo sentados, entretenidos con videojuegos, televisión, computadora, tablet, etc. Esto no sólo afecta el desarrollo de su sistema óseo y muscular, sino que también propicia el aumento de peso. Además, por lo regular combinan estas actividades con toda clase de comida chatarra.
2. Compensas la culpa
En generaciones anteriores, la mayoría de las mamás se dedicaba exclusivamente al hogar y el cuidado de los niños pero en la actualidad hay muchas mujeres que combinan su papel de profesionistas con el de madre; esto les genera tanta culpa que intentan sustituir su ausencia permitiendo que coman lo que quieran –como un apapacho–, o llenándoles la alacena y el refrigerador con alimentos chatarra, de bajo o nulo valor nutricional y alto contenido de calorías que sólo les provocan aumento de peso y deterioran su salud.
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3. Copiamos hábitos
Las modas y estereotipos de los niños modernos que imponen los medios de comunicación, sobre todo la televisión e internet, están sumamente influenciados por la cultura del consumo. Debes informarte con qué vas a alimentar a tu hijo: desarrollar la costumbre de leer los ingredientes de un producto y volverte selectiva en cuanto a lo que dejas entrar a la alacena y su estómago. Habla con tu pareja o familia para que esto sea un trabajo de equipo y no te parezca una batalla que tienes que librar tú sola.
¿Qué reflejas en tu hijo?
Entender por qué existe esta situación en tu hogar puede ayudarte a encontrar la solución adecuada. Checa algunas de las relaciones frecuentes que se generan entre el niño, su obesidad y los padres, y piensa si es tu caso:
Eres codependiente
En este caso no dejas que tu hijo asuma la responsabilidad de sus actos y madure. Intervienes en esta situación adoptando el papel de víctima (utilizando frases como “Si fueras flaco sería muy feliz”), el de rescatadora (con una actitud soberbia que incluso pasa por encima de la voluntad y necesidades reales del niño) o el de perseguidora (emplear cualquier método con tal de conseguir que baje de peso) porque de algún modo también le da sentido a tu vida.
Lo usas como distractor
Con frecuencia la familia en general y los padres en particular están muy preocupados por la obesidad del niño y, de esa forma, evitan enfrentar sus propios problemas personales o de pareja.
Esperas que lo logre por ti
Existen casos en los que la mamá o el papá desarrollan una proyección inconsciente: “Yo no puedo bajar de peso; baja tu por mí”. Ayudar a su hijo a adelgazar significa, de forma simbólica, lograr la meta que ellos no han podido alcanzar para sí mismos.
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Trabajo en equipo
Por supuesto, si en la familia hay uno o varios niños obesos, lo más probable es que también haya adultos obesos. Los cambios en la alimentación y en los hábitos de vida deben incluir por lo menos a los padres -lo ideal es que toda la familia se integre en el proceso–, ya que el problema no se concentra en un solo integrante y, por lo regular, los niños no son conscientes de la gravedad de su condición.
Como mamá es difícil entender que el amor que le tienes a tu hijo incluye decir “no” muchas veces a lo largo de su vida, no sólo en la alimentación, sino en distintas situaciones y contextos. Complacerlos no siempre es adecuado y sano.
Cuando lo alimentas de forma saludable su apetito se vuelve sensible a la calidad de los alimentos y su cuerpo se acostumbra a este tipo de comida. Si incluyes en su dieta diaria todos los grupos del bien comer (frutas y verduras, cereales, leguminosas y productos de origen animal), ten por seguro que no sufrirá por aguantarse las ganas de comer ciertos caprichos; por el contrario, se sentirá satisfecho y será muy difícil que se le antojen.
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