jueves, 11 de junio de 2020

¡Cuidado! Tus palabras marcarán la vida de tu hijo para siempre

Todas hemos leído o escuchado que “cuidado con lo que dices a tus hijos, porque tus palabras se convierten en su voz interior”, o frases similares haciéndonos ver que las madres (también los padres) tenemos una responsabilidad total en lo que decimos a los hijos y las consecuencias de ello. Aquí te explico por qué tus palabras marcarán la vida de tu hijo…

Tus palabras marcarán la vida de tu hijo por estas razones…

Hablar no es un acto inocente, cada palabra, por simple que sea representa algo, y las frases elaboradas además, tienen una intención, eso es lo que hace que la comunicación surta efecto entre las personas para hacer llegar los mensajes. El tema es que las palabras positivas, o las intenciones positivas nos apoyan a entender con mejor disposición lo que alguien intenta decirnos o hacernos ver, en tanto que las palabras agresivas o las malas intenciones, si bien, no siempre las identificamos, sí confunden nuestro entendimiento y nos hacen sentir mal.

Ahora, lleva esto a los niños que, apenas están entendiendo el mundo y su complejidad, muchos de los cuales se guían por la literalidad de la palabra y su significado, otros que debido a sus circunstancias personales requieren de mas o de menos apoyo y acompañamiento para desarrollarse, así, es que lo que los padres decimos a los hijos, eventualmente va explicando al niño su entorno y su propio ser.

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Cuando “etiquetamos” a los niños se van creyendo que su etiqueta los define, así vamos viendo como funciona distinto el niño “listo”, o la niña “bonita”, frente al niño “lento”, o a la niña “fea”, por poner un ejemplo muy básico. Todo lo que le decimos a nuestros hijos causa un efecto, tiene una consecuencia.

Cuando te digo que tus palabras marcarán la vida de tu hijo, no estoy diciendo que tenemos que dirigirnos a ellos pensando cada palabra o tratándolos con pinzas para no lastimarlos o dañar su infancia, lo que estoy diciendo es que antes de señalar un error, de corregir, de querer dar una instrucción o incluso de dar un reconocimiento o de aplicar una consecuencia, cuidemos nuestras palabras.

Nuestros hijos confían sin reservas en nosotros, eso significa que para ellos lo que nosotros decimos es verdad, para ellos representa una certeza (obvio cuando van creciendo esto cambia), ¿nos damos cuenta entonces del valor y del peso de nuestras palabras en nuestros hijos?

Si reflexionamos un poco al respecto, es tan nocivo hacerles creer que lo merecen todo o que son perfectos o que son los mejores, como hacerles creer que no valen o que son inferiores o los peores. Los niños son niños, pero tienen plena capacidad de entender y de interpretar los mensajes y las intenciones de los mensajes de los adultos.

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Nuestras palabras y mensajes pueden reforzar o construir niños seguros, capaces de identificar emociones, que pueden autoregularse y tener una autoestima adecuada, o bien, niños rotos, heridos, con huella de abandono, maltratados (incluso sin golpes) por lo que les decimos. Todos los extremos dañan, nuestra manera de tratarlo cuando hablamos e interactuamos con ellos van creando memorias en su infancia que van a guiar muchas de sus acciones y reacciones en la vida adulta. ¿Vas viendo cómo tus palabras marcarán la vida de tu hijo?

Con esto incluyo hablar a los niños con la verdad, no engañarlos (ni para protegerlos), hablarles con palabras acordes a su edad, pero no minimizar la información, reconocer sus logros sin que crean que cada paso merece un premio o que son merecedores de todo sin esfuerzo, incluye también revisar las maneras en que nos dirigimos a los demás porque “niño ve, niño hace”, si lo hacemos de manera efectiva y asertiva, o si agredimos, si usamos el sarcasmo, la burla, si hablamos de otros a sus espaldas o si mentimos. Los niños se dan cuenta de todo, eventualmente.

Nosotros como padres, vamos diseñando la ruta por la que se mueven nuestros hijos al reaccionar frente a las adversidades y frente a la fortuna. Somos nosotros quienes les damos o no, las herramientas emocionales de las que se van a servir cuando les haga falta; importa mucho que aprendamos a comunicarnos mejor. Los gritos y las palabras agresivas nunca han resuelto nada, lo tenemos probado los adultos; ser abusivos tampoco, es muy común (aunque nunca será normal), que los adultos abusen de los niños en muchas circunstancias.

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No es una novedad que muchísimos de los abusos y violencia a menores suceden en casa o por personas de confianza, porque los niños: uno, confían y dos, porque no les hemos dado una crianza en la que aprendan a poner límites y a estar ciertos en su autoestima y eso suma a la vulnerabilidad.

Con los niños también hay que ser asertivos, honestos y directos. Nuestros hijos son nuestro mayor tesoro y debemos cuidarlos hasta de nosotros mismos. Si vemos que vamos a perder el control, que estamos a punto de lanzar una palabra o una frase que solo va a causar daño… literalmente cálmate y trágate tus palabras, recuerda que tus palabras marcarán la vida de tu hijo y el daño que causan rara vez se revierte, así pidamos mil disculpas o los hagamos responsables a ellos de lo que nosotros dijimos, no podemos olvidar que los adultos somos nosotros.

Este verano va a ser laaaargo, no solo porque las clases se han terminado, sino que además seguiremos con el distanciamiento social. Tomemos ventaja de este tiempo, saquemos lo mejor de lo peor, aprendamos a observar a nuestros hijos, a descubrir día a día quiénes son, y en quiénes se están transformando.

Es una oportunidad increíble para acercarnos, para convivir, hacer las preguntas que importan para dar los mensajes que trascienden, cosas tan simples como preguntarles ¿si son felices?; ¿qué les da miedo?; ¿qué les gustaría cambiar del mundo?; ¿a quién extrañan más?

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Compartir con ellos y en familia, qué es lo que ustedes los padres piensan o sienten respecto a los mismo conceptos, hablar del futuro, del presente; decirles una y otra vez cuánto los aman y lo afortunados que son por tenerlos… No es cursilería, al mundo le urgen más personas que hablen de lo que eleva el espíritu, de esas cosas que quizá alguna vez hablaste con tus padres o con tus maestros y que marcaron tu vida por siempre.

Todos recordamos nuestra infancia, ¿qué quieres que tus hijos recuerden de la suya y cómo quieres que se acuerden de ti?

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