viernes, 18 de septiembre de 2020

Señales de que tu hijo tiene mucho estrés

El estrés moderado puede ser positivo tanto en adultos como en niños y adolescentes, pues ayuda a resolver retos y necesidades que se van presentando en la vida. Sin embargo, cuando el menor comienza a presentar conductas negativas como: mojar la cama (cuando ya controlaba esfínteres), llorar fácilmente, tener dolor corporal sin causa aparente o incluso manifestar un apago excesivo y controlador frente a los padres, significa que él sufre estrés negativo.

Para la psicóloga Maricela Fonseca Analco, psicóloga conductivo conductual y experta en el manejo de emociones infantiles, no todo debe estresar excesivamente a los niños o adolescentes, puesto que «hay situaciones que son parte del desarrollo humano y son denominadas ‘acontecimientos vitales’. Entre ellas: la transición de la niñez a la adolescencia, el cambio de escuela, la muerte de un familiar o amigo y, por supuesto, la cuarentena por coronavirus».

El llamado estrés positivo nos ayuda a resolver situaciones esperadas o inesperadas con éxito, pues nos da confianza, creatividad, determinación y entereza. No obstante, hay un estrés negativo, que ocurre cuando la tensión emocional no cesa, por el contrario, es constante, progresiva e incapacitante.

Señales de que tu hijo tiene estrés en exceso

Las manifestaciones de estrés son muy variadas y dependen del nivel de desarrollo madurativo del niño para expresar lo que le está pasando, varían de acuerdo con la edad del menor. Entre las señales más comunes se encuentran:

* Llanto constante e injustificado.
* Conductas regresivas (hablar como bebé, no querer caminar por sí mismo, buscar el biberón, por ejemplo).
* Apego exagerado a los padres.
* Mostrarse exigente y controlador.
* Tener alteraciones de sueño.
* Manifestar dolor corporal de origen inexplicable.
* Tener poca hambre o, por el contrario, excesiva y a toda hora.

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Entre decenas más.

Estrés comienza ¡desde el vientre materno!

Fonseca Analco, maestra en orientación familiar, señala que existen múltiples investigaciones internacionales donde señalan que, desde la etapa perinatal, los bebés son capaces de sentir y sufrir el estrés de la madre durante el embarazo.

«El estrés perinatal tiene efecto en la formación del cerebro por eso siempre se recomienda que la mujer gestante viva el embarazo, apoyada, feliz y tranquilas; además, al nacer, el bebé también debe desarrollarse en un contexto libre de tensiones y sufrimientos emocionales estresantes», explica la entrevistada.

«Por eso, no existe como tal una fecha o un año en el que los bebés comiencen a sentir el estrés. Incluso, si los padres no saben manejar el estrés, los hijos (tengan la edad que tengan) tampoco lo harán», lamenta Fonseca Analco.

Estrategias de manejo de estrés inician con los padres

Por su parte, Sara Edith Alonso, psicoterapeuta infantil y de pareja, refiere que «el manejo de estrés debe ser primeramente en los padres, tutores o de los cuidadores a cargo del menor de edad porque ellos con su ejemplo, orientarán a los niños». Es decir, si los padres saben regular su estrés, también lograrán ayudar a su hijo a dominarlo.

Fonseca Analco dice que el estrés requiere del abordaje biopsicosocial, por ello, la familia con la que conviva el niño debe manejar el estrés sin gritos, golpes o cualquier tipo de agresión, llanto o miedo.

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Todo influye en el manejo del estrés: la convivencia con varias personas con diferentes personalidades, el tipo de crianza, las formas de castigar y sus consecuencias, los abusos, las enfermedades que se sufran al interior de la familia, los cambios de casa, el perder amigos o familiares, los fallecimientos inesperados y el divorcio de padres. Todos esos factores ocurren dentro de la familia, y entre más eventos o situaciones familiares de este tipo, más estrés habrá; por ello, hay que aprender a manejar positivamente la tensión mental.

Es importante hacer unión familiar contra el estrés y algunas de las actividades que funcionan para reducirlo son:

✽ Cantar y bailar

Se puede formar un grupo musical, un trío o ser solista y hacer música con lo que se tenga en casa. Puede ser rock, pop o con cualquier género musical. La única regla es respetar y apoyar las decisiones de los participantes. Se valen los gritos, los aplausos y todo aquello que ayude a sacar la tensión emocional.

✽ Noches de cuentos

Leer libros en familia es una gran opción para relajarte, especialmente antes de dormir. La familia reunida en la sala o en su lugar favorito.

✽ Orar

No necesitas tener una religión en específico, simplemente puedes crear una oración familiar que todos repetirán.

✽ Aprender a respirar

La respiración profunda y consciente ayuda a mejorar y regular las emociones, especialmente cuando hay tensiones.

✽ Pintar y dibujar

Plumones, crayones, lápices de colores o acuarelas, no importa la técnica, simplemente hagan un dibujo, puede ser individual, en parejas o en equipo. Pueden hacer un proyecto por mes: la familia, las vacaciones más divertidas, la mascota, un bosque o el superhéroe favorito.

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✽ Jugar

Jugar, especialmente en tiempos de pandemia, es muy importante. Inventen sus juegos o practiquen los favoritos. Lo ideal es jugar en movimiento para que el cuerpo también «saque» el estrés.

Un partido de futbol, cartas, brincos, bloques o rompecabezas para armar y todo aquello que disfruten en familia.

✽ Cocinar y hornear

La cocina es una de las actividades mentales que más disfrutan los niños; cortar, pesar, batir, añadir o espolvorear es muy divertido. Comienza con platillos fríos y fáciles y a medida que tus hijos crezcan, continúa con platillos complicados.

Todas las actividades deben ser relajantes, y tanto adultos como niños deben estar comprometidos en llevarlas a cabo. La disposición es fundamental y más allá del yoga, la meditación y los mandalas, los niños buscan actividades que hagan en familia, con sus seres queridos.

No atender el estrés es riesgoso

Si persiste el estrés en la vida del niño o niña, éste impactará su salud mental y desarrollarán:

Trastornos de ansiedad
Fobias
Trastorno por estrés post traumático
Depresión
Consumo de sustancias nocivas
Baja autoestima, entre otros

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