lunes, 14 de diciembre de 2020

¿Y para qué celebrar la Navidad?

Cada vez conozco más gente que, una vez pasada la moda de ser Grinch navideño, se reconcilia con todo este asunto de las fiestas de fin de año y empieza a disfrutarlas. Bien por eso, pero también no se trata de exagerar y desvivirnos para quedar bien con todos.

Te decimos por qué celebrar Navidad

Cuando somos mamás la cosa cambia completamente. Nos ocupamos y entretenemos en arreglar las cosas para los hijos, en producirles la vida, en ver qué vamos a hacer para la cena, en los regalos y en que estén contentos. Es decir, ocupamos la mayor parte de nuestro tiempo y energía en querer que las personas que están a nuestro alrededor, vean lo lindo que nos queda todo. Hasta aquí todo va bien.

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Pero cómo ya saben que soy una clavada de educar con el ejemplo, de formar el alma de nuestros críos ahí les va la gran pregunta de los 65 millones de chelines: ¿qué pasa cuando dejamos de estar o disfrutar por atender a los demás? ¿Cuántos casos tenemos de mamás que cenan al último o que a veces ni se sientan a la mesa por estar sirviendo a todo el mundo? ¿Cuántas de nuestras mamás o abuelas tienen esta lógica de dar, dar y dar sin permitirse, ni por el menor error, recibir una atención o un detalle de parte de los demás? Seguramente muchas.

Algunos de ustedes podrán estar pensando “¿qué tiene de malo esto?”, pero ¿qué daño le hacemos a los nuestros cuando nos desvivimos por ellos? Les tengo noticias: ¡muuucho! Primero porque por más que queramos sentirnos “las más buenas del mundo”, siempre hay facturas escondidas. Las personas que navegan con la bandera de “hago todo por ellos” siempre buscan tener ganancias secundarias, cosas como ser reconocidas como las mejores, las que siempre estuvieron y por lo tanto, tener a sus familiares con un sentimiento de deuda hacia ellas.

La cosa no para ahí, cuando se trata de la Navidad, muchas veces somos educados para creer que los hijos nos deben a los papás todo lo que hacemos por ellos y, al mismo tiempo, creemos (porque ha sido la historia de la mayoría de nuestras familias) que los hijos son un seguro para el futuro. Para cobrar en nuestra vejez, todo lo que creemos que les dimos en su infancia.

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¿Cuántos de ustedes han escuchado la famosa frase de “yo que todo te lo he dado”? Luego, nos pasamos la vida preguntándonos porqué nos va mal en las relaciones de pareja, porqué estamos con personas que nos maltratan, nos devalúan y nos chantajean. La respuesta es sencilla: porque eso nos enseñaron desde niños y uno busca lo que le es familiar. ¿Qué se hace entonces?

Por supuesto no se trata de que nos valga, de pretender que nuestro hijo de tres años se sirva solo la cena de Navidad, decore el árbol y envuelva sus regalos. Se trata de pensar, desde dónde, estamos haciendo las cosas que dedicamos a nuestra familia.

Los que escuchan el programa de radio estarán más acostumbrados al término “codependencia” y a todos los recursos que los especialistas nos han dado para irla alejando de nuestras dinámicas personales y familiares, pero para los que no, o necesitan repasar las lecciones, les dejo estas ideas que nos pueden servir de guía:

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Primero

Entendamos que ni los hijos, ni nuestra pareja, nos deben nada. Nadie está en deuda con nosotros. La situación por la que estamos pasando, es resultado de cosas que cada uno de nosotros eligió. Ya sea consciente o inconscientemente, por acción o por omisión. Y eso aplica en las circunstancias felices y difíciles de la vida. Sé que es duro entenderlo, pero cuando lo hacemos, la sensación de tranquilidad, al sentirnos dueños de nuestras propias vidas, es extraordinaria.

 Segundo

Las cosas que hacemos “para los demás” son también para nosotros mismos. Es decir, tan importante es lo que planeamos hacer con nuestra familia, como asegurarnos que estaremos dispuestos a disfrutar los momentos que organizamos.

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Tercero

En la medida en que nuestros hijos vean que lo que hacemos lo disfrutamos, se van a sentir personas más libres, más sanas y merecedoras de mejores cosas y por lo tanto, tomarán mejores decisiones.

Y sí, la vida hay que producirla, pero la felicidad, también… ¡Merry Christmas and Happy new year!

Artículo publicado en la revista print No. 110, en diciembre 2017

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