Gaby González, fundadora de Niños de Ahora, nos compartió las consecuencias de que en la infancia, papá o mamá ignore a su hijo. Es una experiencia que vivió una paciente que tiene problemas con su niña interior y cómo le afecta ahora en su etapa como adulto que haya sido ignorada por su padres.
Ella siempre se preguntaba ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué me encuentro con hombres a los que no les intereso? Al principio todo comienza muy bien, pero luego me vuelvo un cero a la izquierda. Es como si de un día para otro me hubiera vuelto invisible. Siempre me pregunto ¿qué hago mal? ¿qué hago para que esto suceda? Pero no logro dar con el clavo.
El gran problema es que el patrón se originaba en su infancia, no había podido cerrar ese capitulo y dejarlo atrás.
Parecía que su niña interior necesitaba experimentar esa situación una y otra vez, hasta sanarla por completo.
En la infancia, siempre tuvo una sensación de ser invisible. De ser totalmente ignorada, como si no existiera. Pero esta ocasión llegó hasta el origen en su historia. Estar triste por haber roto con su novio, y escuchar a su papá decir: Se ve triste pero es normal de su etapa. Son las hormonas, es la adolescencia no le hagas caso, ya se le pasará.
Platicar con su mamá de una situación que la traía preocupada en la escuela y darse cuenta de que su madre no le prestaba atención, simplemente dejaba de escucharla.
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Pasar horas en silencio por la ley del hielo que papá le había impuesto después de haberlo decepcionado por su comportamiento en la fiesta. Estar sentada en el rincón una y otra vez, por portarse mal. Llegar feliz a enseñarle un dibujo a papá, quien la recibió con: ahora no, que estoy ocupado. Estar haciendo un berrinche y escuchar a papá decir: Llora para llamar tu atención, si le haces caso va a seguir haciendo rabietas
Como era obvio, la paciente rompió en llanto. Se acurrucó en el sofá mientras lloraba y se llenaba de rabia, impotencia, tristeza y muchos sentimientos más. Antes de sanar su abandono, necesitaba reconocerlo totalmente.
Describió un recuerdo vago pero muy real, una sensación de llorar y llorar sin recibir consuelo. Se describió estando en una cuna a días de haber nacido, sintiendo que estaba sola, aterrada…
Muchas personas han sufrido en carne propia las secuelas de la influencia de una educación basada en la ignorancia: «No le hagas caso. Déjale llorar, así se acostumbrará a calmarse solo». «Si le haces caso, solo conseguirás reforzar esa rabieta», «Llora para llamar tu atención. Si lo consuelas, lo hará siempre», «No le hagas caso o lo convertirás en un tirano».
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Es la educación de la ignorancia, no porque su filosofía fuera ignorar las necesidades de los niños, sino por la ignorancia que demostraban los adultos respecto a las necesidades más profundas de sus hijos en cada etapa de su desarrollo.
Cuando un niño llora porque no ha conseguido algo, cuando grita porque se siente mal, cuando no puede calmarse, o cuando se separa de sus padres tiene un clarísimo objetivo para hacerlo. No se trata de molestarlos, ni manipularlos o desafiarlos. Eso llega después, cuando después de reclamar su ración de seguridad y apego, nadie responde. Entonces su mecanismo de supervivencia se activa y hace lo que sea para obtener ese apego que tanto necesita para vivir.
Lo que tu hijo quiere es sentir que comprendes su malestar y que estás a su lado, de su lado. A veces podrás ayudarle, a veces no. Pero eso no es tan importante para él como que entiendas cómo se siente.
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¿Qué le transmites cuando le ignoras?
Que no es importante para ti, no lo suficientemente importante para que tomes en serio sus necesidades. Que no es bueno comunicar sus sentimientos, ya que las reacciones de los demás no se corresponden con lo que está expresando, incluso son negativas. “Es peligroso demostrar mis sentimientos”.
Que es mejor vivir desconectado de sus emociones, incluso de sus necesidades. Que no es lo suficientemente valioso, que no te merece…
Vivir ignorado provoca un profundo rechazo. Muchas prefieren rechazar antes que vivirlo de nuevo, porque es muy doloroso. En el caso de Samantha este era un patrón muy anclado en su historia. Gracias a su enorme valor y compromiso, finalmente pudo transformarlo.
Su historia nos transmite un mensaje muy claro: Lo que haces con tus hijos en la niñez, repercute para toda su vida.
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