La Organización Mundial de la Salud afirma que todas las mujeres tienen derecho a recibir el más alto nivel de cuidados en su salud, que incluye el derecho a una atención digna y respetuosa durante el embarazo, el parto, su puerperio, y el derecho a no sufrir violencia obstétrica o discriminación, ya que esto puede llegar a traer consecuencias en la madre y el hijo.
Violencia obstétrica, forma de violación a los derechos humanos
Sin embargo, sabemos que la realidad es otra, y que decenas de mujeres sufren de violencia obstétrica antes, durante y después del nacimiento de su hijo. Dicha violencia no solo afecta a la madre en lo físico y mental, sino que impacta también al recién nacido. Al respecto, la psicóloga Adriana Carrera Hernández, explica: “hemos visto que hay un apego inseguro entre el recién nacido y su madre, además de que el menor llora con mayor frecuencia porque no se siente atendido ni aceptado. Y es que si su mamá no está bien, él tampoco”.
Impacto psicológico
La violencia obstétrica tiene muchos rostros: van desde no explicar los procedimientos a los que la mujer es sometida durante la atención de su embarazo, parto o cesárea hasta agredirla, humillarla o no brindarle la atención en tiempo y forma. Incluso, puede ser sometida a tactos vaginales innecesarios, también les hacen comentarios inapropiados con agresiones verbales.
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“La mujer violentada tiene un impacto psicológico muy alto, puesto que se siente más vulnerable ya que no solo es la agresión hacia ella sino también hacia su hijo. Por tanto, es más fácil caer en un cuadro de depresión postparto frente a una mujer que no vivió violencia obstétrica”, precisa Carrera Hernández y añade que en algunas mujeres la atención médica que recibió por parte de enfermeras y doctores se asemeja a la sobrevivencia de un episodio postraumático.
En los recién nacidos también se observan cambios psicológicos: llanto fácil, desapego, trastornos de sueño y malestares estomacales. “A fin de armonizar nuevamente a la mujer y a su hijo se puede dar una terapia psicológica y mucho apoyo en casa para ambos, ayudarlos a sanar esos momentos de dolor y tristeza para que en un futuro ambos tengan una vida tranquila, armónica y lejos del miedo, el estrés y la ansiedad”, recomienda la entrevistada.
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Prevención y acción
Es necesario quitarle lo común al escuchar relatos de mujeres que evidencian situaciones de trato irrespetuoso, ofensivo o negligente durante su parto o cesárea. Lo ideal es capacitar a enfermeras y doctores.
Pero también “hay que fortalecer a las mujeres en su autoestima, que conozcan sus derechos como pacientes y si sufren algún tipo de violencia obstétrica denuncien para que sean sancionados los involucrados”, afirma la experta.
El maltrato, negligencia o la falta de respeto en el parto o cesárea pueden constituirse en una violación de los derechos humanos, descrito en las normas y los principios internacionales de derechos humanos.
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Lo más común
La violencia obstétrica en México se ha documentado desde principios de los 80; sin embargo, existe desde antes pero no tenía un nombre definido. Entre las acciones más comunes que violentan a la mujer en los hospitales públicos en su mayoría, aunque los servicios privados no están exentos son:
- Ofenderla con frases inapropiadas: “No te quejes, aguántate, ¿no que querías ser madre?
- Humillarlas: “Ya cállate, porque si te sigues quejando te dejamos hasta el último”.
- Negarles el servicio: “Tu caso no es urgente, ven mañana o pasado”.
- Hacer procedimientos que no son necesarios: “Te someto a cesárea para que salga pronto tu hijo”, “Te corté el perineo porque era necesario.” “Te hice la salpingo para que ya no tengas más hijos”.
- Agredirlas físicamente con pellizcos, empujones, hacerles el procedimiento sin anestesia, de mala gana, rápido, sin explicarles qué le están haciendo y por qué.
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Guadalupe Camacho
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