viernes, 16 de octubre de 2020

Tu pareja no es tu hijo ¡Aguas!

En este espacio compartimos sobre todo lo que nos ocupa y preocupa a las que somos mamás. Como doula me he dado cuenta de que uno de esos temas que, además es recurrente, es que el papá de nuestros hijos no nos “ayuda”; que “demanda mucho”, o que “no puede” con los ajustes que requiere la familia por tener un nuevo bebé; o si hace las cosas que se requieren en casa para funcionar, no las hace como a “nosotras nos gusta”. Es decir, a veces no nos damos cuenta que al hablar de la pareja y de lo que hace bien o no, parece que hablamos de otro de nuestros hijos y ¡no! Tu pareja no es tu hijo.

Tu pareja no es tu hijo y es momento de aceptarlo

Esto es un error desde donde lo veamos: nuestra pareja no es nuestro hijo, tampoco es nuestra responsabilidad “arreglarlo” o “hacerlo sentir bien”, o “rescatarlo de su paternidad o de sus errores, omisiones o carencias como papá. Y si acaso creemos que lo hacemos por nuestros hijos, también es un error porque a la larga, nuestra pareja es ya un adulto (responsable o no) y nosotras somos madres solo de nuestros críos. Adoptar a un adulto (que es nuestro par) para tratar de educarlo, formarlo, atenderlo, guiarlo, consolarlo y todo lo que hacemos con nuestros hijos, puede resultar frustrante y agotador.

Al elegir tener una pareja, lo que queremos ambos (si se trata de una relación sana y madura), es “compartir”, por decir lo menos: emociones, logros, gustos, tiempos, aficiones, intereses y responsabilidades; sobre todo si esas “responsabilidades” se traducen en “tener hijos en común”. Y al mencionar “elegimos”, significa que cada persona que forma esa “pareja”, de manera voluntaria accede estar en la situación de comprometerse con el otro al nivel que acuerden.

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El tema es que no siempre estamos en relaciones sanas y maduras; que tampoco tenemos las herramientas emocionales que nos ayuden a identificarlo y encima de eso, sucede que de pronto tenemos hijos con esa persona que, igual que nosotros, en el mejor escenario, se convertirá en papá por primera vez y juntos iremos descubriendo el viaje sin retorno que representa la paternidad o parentalidad para incluir a mamá y a papá. También puede que no sea así y que nosotras o ellos vayamos a ser mamá o papá por más de una vez, con ésta u otra pareja y aquí lo relevante es “darnos cuenta” si contamos con un par, con un igual, con un adulto dispuesto a compartir esa responsabilidad de manera sana y madura, o no.

¿Es difícil identificarlo? Yo diría que no, pero de que da señales, las da. Ambos damos señales de que tan listos estamos o no para ser papás, pero en esta nota hablo de esa pareja (papá) que parece un hijo más y no un par confiable.

Hay hombres y mujeres inmaduros, poco o nada preparados para ser papás, pero también hay muchas mujeres que los llevan o los mantienen en ese lugar de poca confiabilidad y madurez, porque absorbemos y resolvemos todo lo que tiene relación con ellos, además y no entendemos que la pareja no es tu hijo. Nadie merece eso, ni las mujeres madres, ni los hombres padres, ni los hijos de esa relación.

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Merecemos poder criar hijos felices en relaciones equitativas y de respeto, amorosas y comprometidas. Los hijos, el número que sea, son de ambos y tanto mamá y papá tenemos la responsabilidad de amar, cuidar, proveer, respaldar y educar a los hijos. ¡Ojo! No estoy generalizando a los hombres en su rol de padres, yo tengo una pareja que es el padre de mis cuatro hijos y funciona tan bien con ellos, que puede incluso prescindir de mí.

Conozco además a muchísimos hombres (yo les digo “fajados”), que son excelentes padres; incondicionales para sus hijos en todo, a pesar o por encima de su pareja o expareja y muchos de ellos que incluso los tienen de tiempo completo. Así que hay que meter a todos los papás en el mismo costal.

Me refiero a los hombres que se convierten en padres y que con ello, comienzan a comportarse como hijos. Los hombres y las mujeres no somos “proyectos” de otro. Ya somos alguien, ya tenemos una historia, una manera de actuar y de reaccionar; podemos sumar a la vida de otros y que otros sumen a la nuestra, pero no es sano estar o entrar en la dinámica de creer y tratar a tu pareja como tu hijo. Entiende tu pareja no es tu hijo.

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No es chistoso, no es divertido, es duro para quien lo vive y las mayoría de las veces resulta en una pareja que fracasa, ya sea como pareja, o en la crianza de los hijos. No es mi intención enjuiciar a nadie, intento compartir mi experiencia como doula alrededor de mujeres y hombres increíbles que podrían hacerlo mucho mejor si tratamos de comportarnos con mayor inteligencia emocional, más honestos, más genuinos en nuestras emociones y pensamientos.

Abusadas con entrar en estas formas de relacionarse con su pareja, convertirse en padres es retador para ambos, pero cada uno tenemos que vivir nuestros errores y aciertos con los hijos, los momentos de mieles y de hieles, de triunfos y de fracasos. Cada uno de nuestros hijos es un experimento, porque para ser padres no hay manual ni fórmula mágica que sea infalible. Para ser padres, hay que poner, el alma, el corazón, la inteligencia emocional e intelectual y todos nuestros recursos como lo que es: la más importante de nuestras empresas.

A lo mejor papá no lo hace perfecto, necesita un poco mas de guía, a lo mejor crees que lo haces mejor, pero te tengo noticias: es el papá y debes dejar que lo asuma como corresponde, para él, para ti y para tus hijos, sean los tuyos, los míos o los nuestros. Esto sí que reditúa en relaciones familiares que crean cimientos y que se fortalecen de las experiencias adversas y que pueden en su caso, ser más fuertes para sobreponerse a situaciones complicadas o inesperadas.

Tu pareja no es tu hijo, tampoco eres la hija de tu pareja. En pareja “somos pares”, iguales, con una dinámica que se parece a la ley de la correspondencia, donde damos y recibimos, aprendemos, nos equivocamos y seguimos juntos, un camino quizá desconocido, a veces duro, agotador, complicado, nadie dice que es fácil, pero está lleno de satisfacciones y crear experiencias y memorias positivas es una responsabilidad compartida. Tratemos de elegir bien, de elegir mejor, de comprometernos con todo el amor y de dar espacio a ese compromiso de ambos lados. Darlo todo se siente bien, pero dar y recibir es mejor.

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