Te encuentras en una reunión amigas, mamás todas, compartiendo experiencias e intercambiando consejos sobre la maternidad, de repente, a bote pronto, una de ellas dice, con lágrimas en los ojos y cara de desesperación: “La verdad, no aguanto más, no saben cómo me arrepiento de haber sido mamá”. “Si pudiera regresar el tiempo, no tendría hijos”. ¿Cómo te sientes antes estas frases? ¿Te resulta difícil entender que una mujer con un bebé hermoso se arrepienta de haberlo tenido? ¿Puede una mujer decir que se arrepiente de ser madre?
Somos herederos de una tradición natalista que promete a la mujer, a través de la maternidad, realización plena, felicidad eterna, sentido de totalidad y garantía de trascendencia. Desde la infancia, se prepara a la mujer para ser madre, muñecas con las que juega a ser mamá, educación en casa que fomenta el cuidado y responsabilidad hacia los demás, continuos mensajes de los medios de comunicación que refuerzan la creencia que la perfección sólo se podrá alcanzar cuando se convierta en madre.
¿Por qué tenemos hijos?
Es un hecho que estamos dotados con recursos biológicos para sobrevivir y sobre todo para preservar la especie. Helen Fisher, socióloga, afirma que aquello que experimentamos como enamoramiento no es otra cosa más que el impulso biológico para reproducirnos. Si, la naturaleza llama, tener hijos y cuidar de ellos está en nuestra biología. Sin embargo, el ser humano tiene capacidad de decisión, reflexión y, por lo tanto, de incidir en su biología. Tener hijos no sólo responde a una llamada de la naturaleza, sino también a reclamos económicos. Por ejemplo, países que pagan a sus ciudadanos por tener hijos, a presiones sociales ¿cuándo vas a tener hijos? A necesidades emocionales: para dar sentido a la vida o para consolidar una relación.
Detente por unos instantes y reflexiona, ¿Por qué tuviste hijos? ¿Fue una elección libre y consciente? ¿Es la maternidad lo que tú esperabas? ¿Te ha sido fácil la adaptación al nuevo estilo de vida que impone la llegada de los hijos?
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Ser madre es extenuante
El ser humano es una especie que depende por un largo periodo de tiempo de sus cuidadores, no solamente para ser alimentado y atendido, también requiere de ellos para desarrollarse física, psicológica y emocionalmente. Generalmente este trabajo recae en las madres, con el argumento de que son ellas las que tienen de manera natural las habilidades y cualidades para satisfacer estas necesidades. Es un trabajo 24/7, sin tregua, cortos periodos para dormir, altas dosis de estrés, con un exigente molde social a cubrir y además de todo, sin el derecho a quejarse, porque es su deber como mujer y madre. Las madres son abnegadas, sufridas, sacrificadas y santas.
La maternidad genera en la mujer cambios fisiológicos, emocionales y en su estilo de vida; en ocasiones renuncian a su trabajo y a su libertad económica en aras del bienestar de sus hijos. En el momento en que nace su hijo, la mujer deja de ser un yo y se convierte en la madre de… Es un cambio abrupto de 180 grados, al que deberá de adaptarse de manera rápida, con la esperanza de que en cualquier momento experimentará el éxtasis prometido.
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Ser madre no es fácil, desafortunadamente no hay un entrenamiento previo, pareciera que las que ya son madres quisieran mantener secrecía alrededor de lo difícil, cansado y frustrante que puede ser la maternidad. Nadie habla de las noches de llanto imparable que no deja dormir ni al vecino, de la falta de sueño, de la poca energía para iniciar o continuar proyectos, de la impaciencia, la impotencia, la frustración y la culpa que genera la idea de no ser una buena madre.
¿Te digo un secreto? Me arrepiento de ser mamá
La maternidad puede sobrepasar a cualquiera, especialmente cuando las expectativas son muy diferentes a la realidad, las mujeres pueden sentirse atrapadas, decepcionadas, incapaces, pero sobre todo se sienten SOLAS. Solas porque en una sociedad que glorifica la maternidad, se espera que una mujer al ser madre se sienta bendecida, realizada y plena. No se le permite expresar lo difícil que le resulta serlo y mucho menos decir con todas sus letras me arrepiento de ser mamá, sin el miedo de ser juzgada, señalada y alienada.
Arrepentirse de ser mamá no es una actitud egoísta, ni un rechazo a los hijos, es una llamada de atención a replantearnos el concepto de maternidad, a bajar las exigencias que se tienen hacia la mujer como madre, a desmitificar la maternidad y a aceptar que es una opción y no un destino.
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Si por momentos experimentas arrepentimiento por ser mamá o es un sentimiento que te ha acompañado por un largo tiempo, es momento de reconocerlo y aceptarlo porque de lo contrario se expresará en conductas irritables, impacientes y agresivas para ti y para tus hijos.
Empieza por hacer una lista de lo que eran tus expectativas y lo que tienes en realidad. Ponerlos en papel y sacarlos de la mente ayuda a ver y comprender las cosas desde otra perspectiva.
Pide ayuda a tu círculo cercano o apóyate en servicios especializados para el cuidado de tus hijos, a fin de disponer de tiempo y energía para realizar otros proyectos.
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Aprende a regular el estrés, prueba terapias basadas en psicofisiología como el Biofeedback o la práctica de Mindfulness. Los niveles equilibrados de cortisol, la hormona del estrés, favorecerán la claridad en la toma de decisiones que mejor convengan para tu bienestar y el de tus hijos.
Por supuesto que el contacto visual de un bebé y su risa provocan en el cerebro de su madre estados de bienestar y gozo y de esta manera ambos cerebros se sintonizan y vinculan, sin embargo, las expectativas poco realistas propias y ajenas impiden que esta relación se consolide y florezca.
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Como mujeres, como madres, sintonicemos y vinculemos, enseñemos a nuestros hijos la belleza de la empatía y la compasión para con nosotras y para con el mundo que nos rodea. Más de una en algún momento ha sido o es una madre arrepentida, lo cual no significa que no ame y desee lo mejor para sus hijos. Es sólo que ser madre a veces es cuesta arriba y necesitamos una mano que nos haga sentir que no estamos solas.
Evelina Valdés
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