Últimamente hemos escuchado mucho sobre la crianza afectiva, pero parece que no nos ha quedado claro para qué sirve y cómo llevarla a cabo en el hogar. Muchos padres se siguen aferrando a la idea de que la única manera de criar a los niños, es a través de los golpes o las amenazas, pero ¿alguna vez te has preguntado qué aprende tu hijo cuando le das nalgadas?
¿Cómo reacciona tu hijo cuando le das nalgadas?
La Dr. Tina Payne Bryson, psicoterapeuta y autora del libro «Disciplina sin Lágrimas», explica que “la disciplina efectiva, significa que no solo estamos interrumpiendo una mala conducta o favoreciendo otra buena, sino también enseñando habilidades y alimentando, en el cerebro de los niños, las conexiones que les ayudarán a tomar mejores decisiones y a desenvolverse bien en el futuro”.
Tras una larga investigación desde un punto de vista neurocientífico, Payne Bryson ha llegado a la conclusión de que educar con golpes es contraproducente cuando se trata de crear relaciones respetuosas con los hijos e hijas, enseñarles las lecciones que queremos que aprendan y estimular su desarrollo óptimo.
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¿Qué aprende un niño cuando le das nalgadas?
Cuando los pequeños reciben golpes de sus padres, su cerebro interpreta el dolor como amenaza, por lo que se enfrentan a una paradoja biológica insoluble; por un lado, quieren acudir a sus cuidadores por instinto en busca de protección, y por otro lado perciben que los cuidadores son el origen del dolor y del miedo. De esta forma, para el cerebro del pequeño, la situación resulta confusa.
Así que cuando el padre o madre es el origen del dolor o del miedo, puede suceder que el cerebro del hijo o hija termine funcionando de forma desorganizada, pues se crea una paradoja sin solución. Los castigos duros y severos pueden dar lugar a cambios importantes en el cerebro, como la muerte de conexiones e incluso de las células cerebrales. De acuerdo a Unicef, otras consecuencias de las agresiones físicas son:
*Sentimientos de soledad y abandono.
*Exclusión del diálogo y la reflexión
*Generación de más violencia
*Trastornos en la identidad
Pyne explica que ahora se sabe que el papel de los padres tiene enormes repercusiones en la neuroplasticidad de sus hijos e hijas, esto se debe a que las experiencias repetidas cambian realmente la arquitectura física del cerebro, ya sea que estás experiencias sean buenas o malas. Entonces se debe hacer la pregunta: ¿Qué tipo de experiencias queremos que tengan nuestros hijos?
Todo lo que los menores ven, oyen, sienten, tocan o incluso huelen, causa un impacto en su cerebro, por lo que influye en su manera de contemplar e interaccionar con el mundo, incluyendo a su familia, vecinos, desconocidos, amigos, compañeros de clase e incluso a ellos mismos. Las experiencias provocan cambios en la arquitectura cerebral; las conexiones neuronales de los niños están formándose y evolucionan.
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“Los niños cuyos padres les hablan de sus sentimientos también desarrollan una inteligencia emocional más sólida, por lo que tienen más facilidad para percibir y comprender sus propios sentimientos y los de los demás. Las neuronas que se activan juntas permanecen conectadas, cambiando el cerebro cambiable”, explica Tina en su libro Disciplina sin lágrimas
¿Qué podemos hacer para que nos hagan caso?
Como padres, lo ideal es que la disciplina les sirva a nuestros hijos e hijas para fortalecer sus conexiones neuronales entre las partes cerebrales superior e inferior, conexiones que dan lugar a percepción personal, responsabilidad, toma de decisiones flexibles, empatía y moralidad.
El modo en que interactuamos con ellos cuando están alterados, afecta considerablemente el desarrollo de su cerebro, y por lo tanto el tipo de personas que son ahora y que serán en el futuro. La forma de comunicarse con los niños tiene un impacto en sus destrezas internas.
Es por eso que el trabajo de los padres consiste en:
1. Enseñarles de manera afectuosa y empática qué conductas son aceptables y cuáles no lo son.
2. Establecer límites ayuda a que los niños y niñas interioricen el “no” cuando sea necesario, sobre todo durante sus primeros años de vida, cuando se están instaurando los circuitos cerebrales reguladores. Al hacerlos comprender las reglas y los límites de sus respectivos entornos, los ayudamos a construir su conciencia.
3. Fomentar la mirada interior para que aprendan a tener en cuenta los sentimientos de los demás, en otras palabras, para que desarrollen la empatía.
4. Ayudarles a poner en práctica las aptitudes emocionales y sociales que queremos que lleguen a dominar, y posibilitar la creación de estructuras con respeto.
Cuando fijamos límites con cariño, ayudamos a establecer conexiones neurales que potencian las relaciones, el autocontrol, la empatía, la percepción personal, la moralidad, entre otros aspectos, de esta manera los niños y niñas pueden sentirse bien con lo que son como individuos, mientras aprenden a modificar su conducta.
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Redacción bbmundo
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