Llegó mayo y el ambiente que celebra a las madres se ve por todos lados. Es el mes más importante a nivel comercial para la compra de artículos femeninos, pero forma no es fondo y quiero aprovechar para hablar de lo que las madres sentimos.
Estoy a favor de dejar de romantizar la maternidad asegurando que es la mejor etapa de la vida para todas las madres (para algunas no), para otras no es bienestar permanente y para otras tantas es una montaña rusa de emociones, porque ser mamá no es solo gestar y cuidar a un bebé y adaptar tu vida (bien o mal) a ello. Ser mamá es un viaje sin retorno a convertirte en otra tú que se va a transformar sin descanso por el resto de tu vida. La maternidad tiene todos los colores menos rosa, atraviesa por todas las emociones y muchas veces sucede sin control. Eres mamá y tienes a tu cargo a un ser vivo que: tienes que mantener con vida; pero amar; educar; alimentar; nutrir física y emocionalmente; entretener; darle valores; darle herramientas para la vida; en fin… es un trabajo de tiempo completo (estés o no con tus hijos).
Las opiniones alrededor de la maternidad y de la crianza son extremas: cada quien cree tener la verdad absoluta basada en su experiencia y no es tan radical, de hecho pienso que la maternidad no tiene fórmulas mágicas, no es una receta de cocina que sirva a todas, es individual, personal y hasta exclusiva de cada mujer, con cada uno de sus hijos.
Hay quienes se pronuncian a favor de nunca perder la individualidad como mujer y no dejar nada por los hijos, la propuesta es que los hijos se adapten a tu vida y tu seguir con tus gustos, pasiones, actividades, etc., porque al fin van a crecer y se van a ir y no puedes dedicar tu vida a ellos.
Hay quienes, al contrario, promueven una crianza con apego en donde los padres presentes y emocionalmente disponibles acompañen y guíen paso a paso la crianza de los niños para formar seres seguros, sin huella de abandono, amorosos, etc., con la idea de que siempre van a crecer y entonces podrás retomar tu vida.
En otro extremo existen quienes no tienen la opción de elegir lo que es mejor para su crianza, su ritmo de vida simplemente los lleva con inercia a seguir haciendo lo que tengan que hacer para sobrevivir, para mantener a una familia, no hay tiempo para reflexiones y ajustes, la vida sigue con o sin hijos.
Lo cierto es que todos hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos, algunos mas reflexivos que otros, otros mas sacrificados y otros tantos espíritus libres pero los hijos siempre, siempre, siempre necesitan a su mamá. Sin poner etiquetas de buena o mala mamá, importa saber que todas, para dar, necesitamos tener que dar. Es muy simple: si no tienes que dar, ¿Cómo podrías ofrecer algo?, por ello es necesario llenar primero nuestro tanque emocional.
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Soy de las que afirma: “niño ve, niño hace”, si tus hijos ven que estás contenta, satisfecha, feliz; si observan que te sientes bien con lo que eres, que te amas, que te cuidas, será mas sencillo que ellos repliquen esas emociones con sus neuronas espejo y cuiden de ellos y se sientan felices también. Nos guste o no, las mamás, las mas de las veces somos el termómetro de la familia, de los hijos, y es a través de nuestro estado emocional que se vive el día a día en casa (sobre todo cuando los hijos son pequeños). Si en cambio, las emociones dominantes son negativas: cansancio extremo, decepción, sentirse rebasada, frustración, etc., los niños acabarán por percibir que algo no va bien y que probablemente sea culpa suya, y eso siempre trae consecuencias.
Y ¡Ojo!, antes que ser mamás somos mujeres con ideas, sueños, necesidades, somos humanas, con todo lo que ello significa. Tenemos derechos a tener hambre, sueño, flojera, hartazgo, etcétera. Podemos incluso pensar que nos caen nuestros hijos y eso no nos hace malas madres. Pero si es importante que todo eso (por decir lo menos) no domine nuestra vida y maternidad. Hay que buscar el balance, no es congruente querer ser madre y no soportar a tus hijos, o hablar de una maternidad que no ejerces, o dar consejos sobre algo que te es ajeno porque simplemente no te gusta ser mamá. Llena tu tanque emocional con lo que te hace feliz de tal forma que tengas amor para dar. Llena tu corazón de más sentimientos positivos que negativos, con mas ilusiones que frustraciones, con mas esperanza que decepción, acepta las etapas que vives y saca lo mejor de ellas, nada dura para siempre. La experiencia ajena no es tuya, toma lo que te sirva, pero no la hagas propia, estrena t maternidad todos los días, esfuérzate, si más, sin abandonarte, sin ser mártir; pero trata con el alma de ser la mamá que te gustaría haber tenido (aun cuando haya tendido una mamá maravillosa). Yo los llamo los años maravillosos (y si son agotadores, demandantes, llenos de preocupaciones y ansiedades); pero pasa, crecen y ojalá tu con ellos.
Llena tu tanque emocional cuando lo empieces a sentir vacío, busca tu espacio, pero que la maternidad no se convierta en ese lugar del que tienes que huir para sentirte bien; ni el extremo en el que no tienes vida sin él. Dale su espacio, su tiempo, su lugar y su importancia. Nuestros hijos no pidieron nacer, estemos para dar lo mejor de nosotras pero sin vaciarnos, necesitamos regresar al balance pues los últimos dos años han sido retadores en todo sentido, pero si puedes. Habrá días buenos y días malos, momentos increíbles y momentos de horror, así es ser mamá y así también es ser hijo. Abraza la que eres hoy (es parte de llenar tu tanque emocional) reconoce tus logros, tus aprendizajes y celebra ser mamá en tu propia realidad, sin compararte, sin aspirar a mas. Celebra hoy. Mañana serás otra, celebrarás otras cosas.
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Un abrazo de mamá a mamá,
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Karla Lara
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